Muchos ven en Olympia Binewski un monstruo: es enana, albina, jorobada. Sin embargo, nada hay menos monstruoso que amar. Y Olympia ama tanto que haría lo que fuese por proteger a sus seres queridos. Y a aquellos que la llaman monstruo, que la saltan con la mirada o le disparan atrincherados en aparcamientos, a esos también podría aprender a amarlos.