Entre marzo y julio de 1980, el profesor Alvaro Cué queda condenado al silencio mientras se tramita su expulsión de una universidad cubana por razones ideológicas. Claustro y alumnado reciben el diktat del Partido: so pena de excomunión, nadie le dirigirá la palabra y harán oídos sordos a las suyas. Álvaro Cué intentará mantenerse a flote en medio de un silencio plagado de situaciones disparatadas y grotescas.