Este viaje literario que atraviesa los cinco continentes se inicia en el oeste americano y desemboca en las orillas neozelandesas de los mares del Sur, siguiendo una trayectoria circular, una especie de bucle o espiral que, como un koru de la simbología maorí, nos invita a transitar el pasado desde el presente en un continuo movimiento de vaivén.
A modo de un multisensorial collage pop compuesto de souvenirs, postales, sellos, fotografías, carátulas de discos, bolsas de viaje y pinturas olvidadas en las paredes familiares, los retales de la memoria van hilando un ir y venir de gentes, leyendas y mitos, ciudades, paisajes, emociones, palabras, canciones, películas y, sobre todo, deseos, búsquedas y experiencias renovadoras.
Cada capítulo comporta una nueva indagación, de pasado y de futuro, y un nuevo cambio de piel. Ya sea recorriendo la magia de la noche por las calles de Portland, reabriendo las páginas de un antiguo cuento chino con folclórica typical Spanish en Taipei, rastreando el tiempo perdido en Guinea Ecuatorial, buscando las últimas voces del exilio en París, navegando en veleros por aguas británicas, sumergiéndose en el variopinto punk de Londres, subsistiendo en la perfecta y neutral opulencia suiza, enfrentándose a la desencantada realidad de la frontera americana, escarbando en los archivos de la memoria republicana en México, cantando bajo la lluvia en Irlanda del Norte o descubriendo la luz de las antípodas, cada destino supone un movimiento hacia lo conocido y lo por conocer, un caminar lo propio y lo ajeno, un trayecto de regeneración y crecimiento que conlleva una nueva visión y un cambio, en una exploración constante del yo y de los otros, en pos de un horizonte de libertad.
¿Puede haber viajes que no terminan nunca?
