El mundo celta también tuvo sentido a través de la guerra, los pequeños clanes nunca dejaron de luchar entre ellos, o contra el poderoso enemigo romano. ¿Cómo luchaban? ¿Qué armas usaban? ¿Qué tipo de estrategias exponían en el campo de batalla? Brasseur hace un análisis pormenorizado de todo ello paseando, tranquilamente, por la historia de este pueblo indoeuropeo y usa, con el máximo rigor posible, las fuentes que la Historia dejó a nuestro alcance, fundamentalmente la arqueología y los textos de César, Polibio, Suetonio, Tito Uvío y la pléyade de clásicos que ilustraron nuestro pasado. Brasseur logra hacer de todo ello un relato apasionado sobre el mito y la epopeya; nos lleva a la Edad Antigua; casi por necesidad, conquista la Edad Media; y termina alargando las ramas del árbol de los celtas hasta nuestros días. Cuchulain, Vercingetórix, Arturo, Brian Boru, William Wallace, de todos ellos oímos hablar pero ahora conocemos su historia, la real y la que va entre líneas. Lo cierto es que nuestro autor, contagiado por su estudio, es capaz de arrastramos a un compromiso, el de la celtología, entusiasmándonos con el discurso de las leyendas del guerrero que espera, dormitando, el instante en el que llegue el tiempo. Dumeziliano confeso, analizando el elemento de la segunda función, la guerra, el guerrero, termina la obra dándonos a entender que la influencia de Roma sobre el Estado.
