Hay, en estos Conciertos del frío, lo que la mayoría de los lectores de poesía buscamos en un buen libro: una honestidad brutal y una belleza a veces desoladora.
Aquí se acaba todo. Podremos reinventar el paraíso, acechar el invierno con las manos, hilvanar, noche a noche, la compleja textura de los sueños; podremos -te decía- descontar las raíces de las sombras con una sola música. El barro nos incita a malvivir despacio entre cientos de flores moribundas.