En la historia, el cultivo de la vid ha desbordado en numerosas ocasiones los cauces de la producción razonable, demostrando, por lo tanto, las vivas implicaciones sicológicas que vid y vino tienen para el hombre, siendo un reto constante el saber hasta dónde puede producir y hasta cuánto puede conservar un vino. Ningún producto agrícola tiene tanto significado en alcance de límites como el vino que trasciende del consumo local hasta el mercado distante en tiempo y en espacio, gracias al envejecimiento y la exportación. Crianza, envejecimiento, reserva, añejamiento, etc., son conceptos muchas veces imprecisos que varían de significado según las regiones y los mercados. Para afrontar un texto sobre prolongación de la vida de los vinos habrá que rastrear la historia del vino en sincronía con los desarrollos tecnológicos y los centros comerciales de demanda. Roma hasta el año 500 y el Mar del Norte (Londres-Hamburgo-Roterdam) desde la Edad Media, marcan la trayectoria de demanda a lo cual se asocia el cambio del sistema de envasado, de transporte y la técnica enológica y sobre todo ello, la constante climática.