La confrontación, la relación, la cuestión entre muerte y vida son connaturales al acto mismo de poetar, tautológicos de algún modo. En los años de escritura de este libro, la segunda mitad de la década de 1950, el autor vivía en un contexto atenuante, en un salto de la civilización pródigo de laceraciones. La muerte de su madre en 1959 había dado una especie de crisma de religioso dolor a dichos pensamientos, que cuajaron en uno de los grandes libros de la poesía contemporánea.