Una meditación sobre la esencia de la tierra mallorquina, sus tesoros ancestrales, como celebración de la vida como gran aliada de la muerte.Tiene que escribir un ensayo sobre Durell, pero se deja llevar por los aromas mediterráneos que se anudan en Mallorca y culmina perfectas piezas, dignas de un Pla o un Umbral, sobre los rasgos de la cultura insular: los "tamarells", las naranjas de Sóller, los latones que adornan, las alcaparras, las telas de lenguas, los llaüts, las buganvillas, el helado de almendras, el esparto, los albaricoques, las persianas, los melones de Villafranca, el hinojo marino... Laura, la amada, asiste a este diálogo ascendente y lo facilita.