Su desconcertante y obsceno título: El pajillero. Rodeado de emigrantes, vagabundos, beats, putas, chulos y otros seres excluidos del glorioso sueño americano, Bronsky sobrevive gracias a trabajos míseros, pasa las horas escribiendo en garitos sórdidos que abren toda la noche y fantasea con de la secretaria de Mr. Doublecrum, el que será, o eso espera Bronsky, su futuro editor