Por supuesto que el fenómeno de las apariciones marianas no es nuevo. Tampoco es desconocida la enorme libertad -o libertinaje- que se desplega por la red de redes: Internet. Lo que sí resulta novedoso y perturbador es el fenómeno que nos descubre Paolo Apolito en este libro; la penúltima vuelta de tuerca de los fenómenos religiosos, las apariciones marianas en Internet. Desde los años ochenta las apariciones marianas han conocido un proceso de auge y tecnologización, un intento de "hacer científica" la religión, primero mediante fotografías, luego mediante la televisión. Las nuevas tecnologías han potenciado el elemento "sensacional" de las apariciones, a robarle su base de fe y de no-visión, para convertir la misma religión en hechos tecnológicamente testados y contribuyendo finalmente a su popularización, en el sentido más amplio del término. Internet ha abierto una brecha de banda ancha por la que se cuelan todo tipo de apariciones marianas, con el consiguiente riesgo de manipulación de la fe; propiciando un acercamiento consumista a ella, creando un abanico de cosmologías individuales, una concepción postmoderna y kitsch de la tradición cristiana. Entre el hombre y Dios ya hay otro intermediario: Internet.
Por supuesto que el fenómeno de las apariciones marianas no es nuevo. Tampoco es desconocida la enorme libertad -o libertinaje- que se despliega por la red de redes: Internet. Lo que sí resulta novedoso y perturbador es el fenómeno que nos descubre Paolo Apolito en este libro; la penúltima vuelta de tuerca de los fenómenos religiosos, las apariciones marianas en Internet.
Desde los años ochenta las apariciones marianas han conocido un proceso de auge y tecnologización, un intento de "hacer científica" la religión, primero mediante fotografías, luego mediante la televisión. Las nuevas tecnologías han potenciado el elemento "sensacional" de las apariciones, a robarle su base de fe y de no-visión, para convertir la misma religión en hechos tecno-lógicamente testados y contribuyendo finalmente a su popularización, en el sentido más amplio del término.
Internet ha abierto una brecha de banda ancha por la que se cuelan todo tipo de apariciones marianas, con el consiguiente riesgo de manipulación de la fe; propiciando un acercamiento consumista a ella, creando un abanico de cosmologías individuales, una concepción postmoderna y kitsch de la tradición cristiana.
Entre el hombre y Dios ya hay otro intermediario: Internet.
