Mentiras acerca de los que lucharon por la democracia antes que nosotros y aún están enterrados en cunetas; mentiras sobre la posibilidad de ser demócrata sin ser antifranquista; mentiras sobre una Iglesia autoritaria que aún se considera con derecho, pese a la escasa compasión de sus cofrades, a dar lecciones sobre hijos o matrimonio; mentiras de una judicatura en la que casi nadie cree pero que sigue repartiendo su justicia de resonancias franquistas