A pesar de tener muy pronto algunos lectores y admiradores -entre ellos el poeta franco-uruguayo Jules Supervielle, con cuyo apoyo consiguió una beca para residir en París entre 1946 y 1948-, la obra del uruguayo Felisberto Hernández tardará muchos años en obtener reconocimiento y difusión. Será sólo en los años setenta, más de diez años después de su muerte, que sus relatos serán traducidos al italiano y al francés y que aparece en España una antología de sus cuentos (La casa inundada y otros cuentos), prologada por Julio Cortázar. Al presentar en 1974 sus relatos al lector italiano, Italo Calvino destacará la profunda originalidad de su visión: ?Felisberto Hernández es un escritor que no se parece a nadie: a ninguno de los europeos y a ninguno de los latinoamericanos; es un irregular que escapa a toda clasificación y a todo encasillamiento, pero que se presenta, desde la primera página, como inconfundible?