Nunca en Nueva York hizo semejante bochorno. Tan simbólico para aquel puritano que volvió a la vida, en estado de «coma profundo». Sin poder hablar ¿cómo hacerles ver a sus abnegadas enfermeras que su vestir es indecente?, ¿que sus masajes terapéuticos torturan su misticismo?, ¿qué su tratamiento solivianta sus convicciones morales?, ¿qué la tentación le corroe? ¿Por qué «dos adolescentes tan hermosas como puras» le conducen hacia el infierno del pecado? Y cuando pensaba salvarse con ellas ¿va a iniciarle al misterio del pecado más infame un hombre dominador? ¿Y llamado precisamente Lucifer? En Levitación se afrontan, sin escándalo ninguno, dos conceptos en un siglo que ¿«será espiritual o no será?