Un traductor de libros no tiene nunca garantizado en su relación con algunas empresas editoriales -no pocas por desgracia- un contrato que cumpla por completo con lo que dispone la Ley de Propiedad Intelectual. Y se le escatima también no pocas veces el respeto a su re-creación literaria y el estipendio por trabajo. No obstante, si tenemos en cuenta que más de la cuarta parte de los títulos publicados anualmente son traducciones, la traducción debería figurar en la contabilidad editorial no como un gasto, sino como una inversión. Y, por descontado, la Ley de Protección Intelectual no debería vulnerarse nunca.
ACE Traductores quiere ofrecer en este libro blanco de la traducción editorial en España no un memorial de agravios, sino un estado de cuestión fiel y exhaustivo que propicie una reflexión no por serena menos crítica, y alerte de ciertas realidades del ejercicio de esta profesión sin la cual no puede existir ni sobrevivir sociedad civilizada alguna.