El mundo, nos dicen, evoluciona a una velocidad vertiginosa que impide la reflexión. Esta idea, aunque pocas veces admitida, ha arraigado hasta el punto de que, hoy en día, el pensamiento es sospechoso. Como si pensar no fuera una necesidad sino un lujo, la filosofía no parece hallar una función precisa en nuestra sociedad. Por qué filosofía reacciona contra esta situación. Con un estilo agradable y ajeno a pedanterías, nos recuerda verdades elementales y, sin embargo, olvidadas: que pensar por propia cuenta y riesgo es un ejercicio liberador, que la vida sin pensamiento no es nada y que poner en tela de juicio los principios recibidos es un modo de asimilarlos mejor. Xavier Rubert de Ventós (Barcelona, 1939) es licenciado en Derecho y doctor en Filosofía. Es catedrático de Estética en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, santayana fellow de la Universidad de Harvard y miembro fundador del New York Institute for the Humanities. Ha sido diputado en las Cortes españolas y en el Parlamento Europeo. Tiene una extensa obra sobre estética y filosofía (Teoría de la sensibilidad, Crítica de la modernidad, Dios, entre otros inconvenientes o Etica sin atributos), y en los últimos años ha realizado una reflexión sobre temas políticos, como en El laberinto de la hispanidad o El cortesano y su fantasma). Ha sido galardonado con los premios Anagrama de Ensayo, Espejo de España y Josep Pla. También recibido la Lletra d'Or de la literatura catalana y, en 1999, la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya. En Ediciones Península ha publicado también Teoría de la sensibilidad y El arte ensimismado.
El mundo, nos dicen, evoluciona a una velocidad vertiginosa que impide la reflexión. Esta idea, aunque pocas veces admitida, ha arraigado hasta el punto de que, hoy en día, el pensamiento es sospechoso. Como si pensar no fuera una necesidad sino un lujo, la filosofía no parece hallar una función precisa en nuestra sociedad. Por qué filosofía reacciona contra esta situación. Con un estilo agradable y ajeno a pedanterías, nos recuerda verdades elementales y, sin embargo, olvidadas: que pensar por propia cuenta y riesgo es un ejercicio liberador, que la vida sin pensamiento no es nada y que poner en tela de juicio los principios recibidos es un modo de asimilarlos mejor.
