Hay personas a las que, en un momento de su vida, les entra un deseo irreprimible de conocer a su padre o madre, que saben que están vivos, pero a los que no han visto nunca, y no descansan hasta que consiguen contactar con ellos. La pretensión de esta obra se parece un poco a eso. De la mano del autor, salimos en busca de nuestro Padre común, que sabemos está vivo, pero al que no hemos conocido nunca en persona -y no precisamente por su culpa- y no descansaremos hasta que se nos conmuevan por él 'las entrañas' como está escrito se le conmueven a él por nosotros (Os. 11, 8).