Presentamos a los lectores unos apuntes de clase que, por su carácter puntual y efímero, remiten, como es lógico, a una inmediata reescritura. Nuestra intención no es otra que la de ofrecer el despuntar del Barroco en la crítica del primer cuarto del siglo XX, donde la estrella de Góngora, al brillar con particular relieve, desdibujó la impronta de otros autores que, sin embargo, siguieron destacando en el firmamento literario, a tenor de los gustos de cada momento y siempre en la estela marcada por el Renacimiento. Aunque la lectura que de él hicieron los miembros de la Generación del 27, a raíz del centenario, fuera decisiva, no hay que olvidar que esta se sustentaba en una rica tradición anterior, que tratamos de trazar en su vertiente más creativa. Por otro lado, el hecho de que la invención del Barroco viniera de la mano de la Historia del Arte, creemos fue determinante para su interpretación posterior, que trató de mirar la literatura del siglo XVII desde presupuestos artísticos, ahondando sobre todo en cuestiones formales y sensoriales, marcadas a su vez por la impronta del Modernismo.
