«Constituiría un hermoso éxito que la humanidad del tercer milenio consiguiera transformar todos los Estados en empresas de prestación de servicios que sirvieran a las personas sobre la base de la democracia directa e indirecta, así como del derecho de autodeterminación a nivel comunal.» Corría el año 1513 cuando Maquiavelo dejó plasmadas sus ideas sobre el arte de gobernar en El Príncipe. Una obra que ha influido a generaciones de gobernantes. Quinientos años después un príncipe, Hans-Adam II de Liechtenstein, se plantea también cómo debería ser el Estado en el tercer milenio en base a sus dos décadas de experiencia como soberano de una monarquía constitucional. El príncipe Hans-Adam contempla el Estado desde diferentes ángulos: como jefe de Estado, como político, que en una democracia directa ganó una votación popular, como hombre de negocios que desarrolla su actividad en varios continentes y como historiador que ha estudiado la influencia de la tecnología militar, del sistema de transportes y de la economía en la forma de funcionamiento del Estado. Mediante un valiente y original análisis explora estrategias para que en el tercer milenio puedan hacerse realidad en todo el mundo Estados constitucionales democráticos. En su opinión, los ciudadanos no deberían ser considerados por más tiempo como servidores del Estado, sino que el Estado debería transformarse en una empresa de prestación de servicios que contribuyera al bienestar de las personas.
