La vida es un desastre. No ve el futuro, no recuerda el pasado y el presente no vale más que lo que cueste otra dosis. Casi todos los días, entre el momento en el que la droga y su placentero efecto abandona su cuerpo y el momento en el que vuelve el mono, hay un leve espacio temporal de lucidez en el que decide dejar esa vida y hacer algo con ella. Pero falta voluntad. Hasta que un día cualquiera por fin consigue el arrojo y determinación necesarios para intentar cambiar su destino y salir de esa vida.Pero la vida puede que no piense así y tenga preparado otro destino.