La puntuación resulta clave para la comunicación por escrito; sin embargo no se rige por reglas fijas (como
las hay, por ejemplo, para escribir b y v). En general usamos una puntuación deficiente, y no es extraño: puntuar exige
el esfuerzo de situarse al tiempo en el lugar del que escribe y del que va a leer. La puntuación puede expresar muchos
matices: duda, dolor, ironía, vacilación o pudor, pero existen muchas emociones más, y para expresarlas el que escribe
debe hacer bricolage con un sistema de signos antiquísimo... que no hay dos escritores que utilicen igual.