La noticia de la enfermedad mortal de un amigo de juventud impulsa a Cristian a hacer memoria de los años compartidos, a mediados de los 80. Años de universidad, de nuevas amistades, de primeros amores, ilusiones y decepciones en la experiencia de una libertad que solo es espejismo. Cristian sufre un segundo nacimiento a los diecinueve años y se enfrenta al amor con una mentalidad peculiar y un extraño bagaje. El azar lo conducirá a un piso de estudiantes en Valencia, donde las vidas de sus moradores, con la banda sonora de Golpes Bajos de fondo, rodarán como bolas en una partida de billar, entre la inocencia, la frivolidad y la deuda con la literatura.