Sherlock Holmes, el célebre detective de ficción creado por Conan Doyle, suele pasar por ser un razonador atenido a los puros datos empíricos, positivista y cientificista. El lector de sus aventuras admira, en efecto, sus grandes dotes de observación y sus audaces deducciones. Pero, de vez en cuando, Holmes nos sorprende con auténticos descubrimientos filosóficos. Tal es el caso del original argumento a favor de la Providencia que, inopinadamente, propone en el transcurso de uno de sus casos. Este razonamiento muestra que nuestro investigador, lejos de ser un ôhijo del positivismoö, posee una mente filosófica abierta a lo trascendente. En un momento en el que la enseñanza de los jóvenes en nuestra patria ha prescindido de la filosofía, ¿nos ayudará Sherlock Holmes a descubrir de nuevo la necesidad de su conocimiento y su cultivo?