El Dios del Antiguo Testamento no es, como podría deducirse de una lectura ingenua de los textos, un Dios vengador al que vendría a oponerse el Dios de amor de Jesús. Al contrario, la Biblia constata, con un realismo machacón a veces, la naturaleza violenta del hombre y, en nombre de Yavhé, propone la prohibición del asesinato.