Casilda (su nombre, en árabe, significa "poesía") es una joven y hermosa princesa mora destinada a sentarse algún día en el trono del reino islámico de Toledo. Sin embargo, su espíritu está inquieto y lleno de dudas. Nada consigue hacerla feliz, pues sufre, además, una enfermedad incurable de la sangre. Su vida se va apagando lentamente, hasta que una noche, mientras pasea en soledad por los jardines de su palacio, escucha la llamada de Dios. Inmediatamente acude a visitar a los cautivos cristianos que malviven en las mazmorras toledanas, a los que Casilda socorre a diario con alimentos que oculta entre sus vestidos. Sorprendida por su padre, el rey Almamún, Casilda protagoniza entonces un sorprendente milagro en el cual el pan que lleva oculto en su regazo se transforma en un manojo de fragantes rosas. Impresionada por el milagro, Casilda decide convertirse al cristianismo. La princesa no duda en renunciar a lujos y riquezas para acudir hasta un agreste lugar situado en las cercanías de Briviesca, conocido como "los Lagos de San Vicente", en cuyas aguas milagrosas sana de su mal y es bautizada. A partir de ese momento y hasta su muerte, Casilda se entrega a una vida de oración y de sacrificio que la llevarían a la santidad, habitando una sencilla cueva sobre la que hoy se alza su santuario y donde se guarda su cuerpo.
Santa Casilda, patrona de Briviesca, es uno de esos personajes históricos que han conseguido atraer la atención de los escritores a través de los tiempos. Lope de Vega y Tirso de Molina le dedicaron sendas obras teatrales, a las que seguirían una larga serie de novelas -entre las que destaca la de Concha Espina, titulada "Casilda de Toledo"- y nuevas obras de teatro que culminan con la que el genial Rafael Alberti le dedicó en 1930.