En esta isla perfilada por versos se revela un universo íntimo que engarza fauna, flora y cuerpo, fundidos todos sobre su superficie arquitectónica y natural. Este es un periplo poético que evoca las estrofas de Safo y a Alceo, pero que clama, en cada línea, con espontaneidad y arrebato. En este archipiélago cubierto por campos de centeno, mareas negras y adormideras, el amor brota, la piel germina, el salitre tirita.