La narradora de esta novela se entrega a sus cavilaciones en un banco del zoológico de la ciudad en la que vive, una de las más ruidosas del mundo, y allí siente una fuerte identificación con los animales en virtud de algo que una y otros comparten: el hogar ausente. Así es como este libro, de forma oblicua e incluso hilarante, consigue preguntarse por las condiciones de existencia de todas las especies.