A qué negarlo dice Antonio Jurado en la introducción soy lector compulsivo de literatura latinoamericana. Y a esa compulsión obedecen, como advertirá pronto el lector, muchos de los relatos de este libro. Rulfo, Borges o García Márquez por ese orden, nos asevera el autor, pero también Carpentier o Vargas Llosa, campan a sus anchas en estas páginas. Eso sí, no espere el lector propuestas convencionales, puesto que aquí los muertos están bastante vivos, al coronel parece que le escribieron finalmente y a Borges habría tal vez que leerlo con cautela
Estos cuentos y los demás que conforman El ojo mágico, son un compendio de historias donde lo natural, lo cotidiano, se muestra extraño, ridículo a veces, ilusorio incluso. Desfila por ellos un buen puñado de extravagantes personajes que nos resultan, a pesar de todo, entrañables, muy cercanos; borrachos, truhanes, homosexuales, políticos, embaucadores, a través de los cuales Antonio Jurado, haciendo gala de una gran pericia literaria y mediante una escritura desprovista de artificios o experimentaciones, alejada de modas de cualquier naturaleza, pone en evidencia el desconcierto vital de muchos de nosotros. Todos ellos forman un cautivador mosaico humano cargado de humor, de ironía, de ternura e inteligencia creativa. Trata además el autor, y tal vez lo consiga, de ser tolerante consigo mismo y soportable para el lector. No es poca cosa.