El doctor Isidro Claret repasa en estas memorias anécdotas de su vida que empieza en plena Guerra Civil. En
sus años de estudiante muchas fueron las dudas que se le plantearon antes de descubrir su verdadera vocación: llegar a
ser un buen cirujano infantil. Sus inicios profesionales, cuando no había ecografías y los niños se anestesiaban con
whisky, aparecen aqui reflejados. Su brillantez y tesón, su talante y la inestimable ayuda de su mujer hicieron de este
hombre uno de los cirujanos más respetados del país.