En La excepción permanente se sostiene que el estado de excepción permanente es la forma política propia de la modernidad tardía. Pero, contrariamente a otras defensas de la misma tesis, aquí se afirma que la excepción característica de nuestra época se funda en la ideología del desencadenamiento compulsivo de una «vida» plena: momentos irrepetibles, experiencias únicas e identidades transgresoras que, alterando formidablemente las nociones clásicas de soberanía, autoridad y emancipación, producen una construcción política del tiempo cuya verdadera naturaleza necesita ocultarse celosamente.