El joven Wellingborough Redburn decide afrontar su destino y satisfacer su espíritu aventurero haciéndose a la mar. Su buena educación, su moralidad puritana y su fragilidad física no le ayudan precisamente a adaptarse a las duras condiciones de la travesía, en la que, uno a uno, van cayendo todos sus «sueños de gloria juveniles».