El discurso de gran parte de la obra de Zolla llega a conclusiones inesperadas para ilustrar un concepto hasta ahora vilipendiado, negado o descuidado: el sincretismo. Este libro pone en pie de igualdad religiones y filosofías, señalando que aparecen separadas entre sí sólo si se observan desde un punto de vista demasiado cercano, mientras que se muestran claramente confluentes y susceptibles de unificación cuando se ven a distancia suficiente. Esta perspectiva pacificadora sólo fue desarrollada en las escuelas filosóficas antiguas, en el sufismo y en la escuela de Careggi. Para retomarla hoy y gozar de sus enormes ventajas, es necesario deshacerse radicalmente de todo rastro de la Ilustración, del romanticismo o de la vanguardia, explorar la naturaleza misteriosa y crucial de la fantasía como espacio natural del hombre, recuperar la práctica de la contemplación como vía que conduce a la quietud, y descubrir finalmente el esoterismo de la fe y la naturaleza sutil de todo ese fraude intelectual.
