Partiendo de que todo acto de amor -y la escritura lo es- nace de la incertidumbre y supone, inevitablemente, una redefinición de las fronteras, Onieva indaga en la construcción de una identidad, la del hombre que es padre, y en los pilares sobre los que sustenta una poética que aúna emoción y reflexión, desnudez y sugerencia.